domingo, 23 de octubre de 2011

La necesidad



El quirófano 4 es el lugar de peregrinación de las urgencias quirúrgicas en el universo particular en que vivo. Por tanto, muchas de las historias más divertidas, emotivas, tristes o filosóficas se entrelazan en esas cuatro paredes.

Muchas son las razones que motivan a veces la "peregrinación" hasta aquí, casi tantas como personas llegan. Pero ciertamente ayer me pasó algo nuevo.


Hombre de 48 años. Acude "al 4" a tratarse una fractura en un dedo.
"-Buenos días -le dije- a ver ese dedo...no parece mucho"
"Ya, -me contesta con una sonrisa- dejármelo bien"
"Se hará lo que se pueda..."
La operación comienza y me fijo en que nunca pierde la sonrisa de la cara. No veo dolor, sufrimiento ni preocupación. El dedo es lo que menos le importa en el mundo.
"-¿Estás bien? -le pregunto. Te veo muy tranquilo"
"-Estoy fenomenal. Que todos los problemas sean esto"
"-¿Cómo te lo has hecho?"
"(No recuerdo exactamente sus palabras, pero esto vale)-Vais a pensar que soy un poco tonto...ayer discutí con mi pareja. La verdad es que estuve dándole vueltas toda la noche. Una de esas discusiones que no llevan a ningún sitio, y además fue culpa mía. Muy tonto. Decidí pedirle disculpas, pero he querido hacerlo de una manera especial. Así que me pasé buena parte de la noche haciendo un cartel enorme en una sábana que ponía TE QUIERO"
"-Y...¿cómo has acabado aquí?"
"-Esta mañana cuando se ha levantado de la cama ha abierto la puerta de la habitación y yo, que estaba todavía colgando la sábana, me he desequilibrado y me he ido al suelo. Y aquí estoy!"
"-Vaya...espero que haya servido para algo"
"-Claro, le ha encantado"


Hoy he descubierto un nuevo motivo para entrar a quirófano: la necesidad de ver a otra persona feliz.
No veo razones mucho mejores que esta.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Mi ciudad


Decir que tu ciudad o tu pueblo es el mejor del mundo puede entenderse como un acto de patriotismo a veces excesivo. Que un amigo que viene a las fiestas lo diga entra dentro de lo posible. Que una persona que no es de aquí le muestre tanto cariño a esta ciudad merece que le dedique unas líneas en mi blog.

De mi ciudad dicen que es el lugar en el que lloras dos veces: El día en que sabes que vienes a vivir, y el día en que sabes que te tienes que marchar...

No conozco a su autor, pero gracias


"Dicen que para amar algo hay que conocerlo. Y no conozco lugar en el que tal expresión cobre mayor sentido que Albacete. Aquélla ciudad –les habla un alcoyano- es, aún no he logrado entender por qué, objeto de chanzas y rimas más o menos ordinarias y que todos conocemos. Suele reivindicarse incluso como ejemplo de españolidad acomplejada, profunda, atrasada, normalmente en contraposición con las virtudes o méritos extranjeros o de otras ciudades españolas más europeas. De Albacete tan sólo se esperan quesos y cuchillos. Topicazos propios de una ignorancia sin lagunas.

Está en medio de ninguna parte”, me dicen a menudo, como si entre Madrid y las costas no hubiera vida inteligente ni casa en pie. Y yo digo que está cerca de todo. A dos horas del mar, a dos horas de la capital, nudo estratégico de comunicaciones.

En todas las competiciones deportivas hay un equipo revelación, un conjunto al que nadie espera porque nadie conoce; pues bien, de existir una suerte de torneo de ciudades no me cabe duda que Albacete sería la gran sorpresa, precisamente por haber sido durante demasiado tiempo la gran desconocida. Probablemente no pueda ofrecer espléndidos monumentos, vestigios romanos o catedrales que inspiren novelas. Probablemente, ¿y qué? Conozco pocos forasteros que bajen del autobús buscando desesperadamente las ruinas íberas o el museo de turno. Por lo general, cuando se visita una iglesia ocurre como en las bodas, la mitad se queda en el bar de enfrente. Así las cosas, pareciera que la Catedral de San Juan Bautista se construyera para callar bocas, pues hace menos de un siglo que se concluyó. De modo que el turista de guía en mano y riñonera que se empeña en martirizar a sus amigos con fotos de viajes también tendrá la oportunidad de hacerlo con postales de la ciudad. Amén de la citada Catedral, tiene el Museo de la cuchillería (éste también pareciera hecho ad hoc: ¿no esperan cuchillos? Que se jarten), el nuevo Ayuntamiento, la emblemática Posada del Rosario, o una plaza de toros con toros -que hoy en día ya es mérito-, réplica en miniatura de Las Ventas y que atrae magníficos carteles durante la Feria. Mención aparte merece el Parque Abelardo Sánchez, pulmón verde de la ciudad y seguro que, en proporción, de los mayores de España. De modo que si a nuestro turista afanoso –alampao por mejor decir- aún le queda batería en la cámara podría echar una ojeada a la interesante oferta comercial, Pasaje Lodares, calle ancha hasta el Altozano. Allí que se siente de una vez, y si lo hace frente al Gran Hotel que le tire un par de fotos y marche a llenar el buche. Al Callejón, a Nuestro Bar, al vuestro o al de más allá, es igual, comerá de fábula. Y aunque no es cocina manchega, alguien me enseñó que Il Forno es otra opción a considerar. Que el amigo elija a ojos cerrados: difícilmente se equivocará.

Albacete es ciudad limpia –como suelen serlo las de interior-, cívica-¡los jardines conservan las flores!- y ordenada, muy alejada del catastrófico urbanismo costero. Albacete es emprendedora, sencilla, comercial, de sobriedad castellana y vitalidad manchega. Genuina como pocas pero sin el divismo que caracteriza a otras capitales españolas. Albacete es grande aún teniendo el tamaño ideal.

La Feria, la más divertida de cuantas se celebran en España –y un servidor conoce unas cuantas-, es ejemplo evidente, concentrado en diez días, de las virtudes que adornan la ciudad. Desde el mismo recinto ferial, bautizado la sartén –quizá porque, como dice Joaquín Reyes, la gente se fríe ahí dentro-, hasta el momento vespertino de sidra y miguelitos, pasando por las tómbolas, las luces, las norias, el bullicio, los maniquíes pisando uva, los mejillones gigantes de exrealba, las hamburguesas de los montes del Tirol de Uranga, el Ateneo, los mojitos,pero sobre todo –y en realidad es éste y no otro el motivo que inspira estas letras- sus gentes, su capital humano que dirían hoy los cursis del idioma.

El albaceteño –y este masculino actúa de genérico, últimamente parece que hay que recordarlo- es hospitalario, amable, alegre, sencillo, espontáneo, y con una retranca y un ingenio que ahora, por fin, es conocido en el resto de España. Yo lo dije cuando aún no había ni Hora Chanante, ni Muchachada Nui, ni Tío la Vara, ni Goyo Jiménez: El ingenio creativo, la agudeza, la chispa que hay aquí no la hay en ningún otro sitio”. Es verdad, prometo que lo dije. Saturados del humor andaluz, a mi entender sobreactuado y cargante, que pivota en torno a la exageración permanente, el humor manchego toma el relevo y supone una bocanada de aire fresco. De Tarifa a Santander y de Alicante a Lugo se habla de asobine, de tollinas, o de guacheras,queexpresiones haya cascoporro y en todos sitios las hemos hecho nuestras.

Un lugar de gente alegre, que sonríe, abierta, y extrovertida, un lugar que conserva la ingenuidad de la mujer bonita que actúa como si no lo supiera.


Albacete, me gusta tu sonrisa."


De Rafael Nuñez Huesca. Gracias

jueves, 13 de octubre de 2011

El pasillo sucio


Todos los hospitales tienen -o al menos deberían tener- un pasillo por donde se saca toda la suciedad que se genera en un quirófano, donde se prepara el equipo de limpieza y donde, a veces, la vida social es más intensa que en Twitter o Facebook. En muchas ocasiones ese pasillo sirve para localizar al compañero que está en quirófano y transmitirle desde la distancia información acerca de algún caso, para después seguir cada uno con su actividad.

Sonido de pisadas en el pasillo "sucio" de quirófano. Ni siquiera me molesto en mirar; es de madrugada y acabamos de finalizar una cirugía larga. Al trasladar al enfermo a la sala de recuperación me doy cuenta de que me he dejado un libro en el quirófano y me dirijo a por él. Alzo la mirada. Al otro lado de la puerta que lleva al pasillo "de sucio" aparece un señor de edad avanzada que camina de izquierda a derecha, sin detenerse, pero mirándome fijamente.
-Buenas noches, le digo.
Me regala una sonrisa por respuesta.
No pienso más en ello...un momento... ¿qué hace un señor mayor, en ropa de calle, a las 6 de la mañana, por el pasillo de sucio del quirófano? No me cuadra.
Me asomo al pasillo con mi libro en las manos. Vacío y silencio...ni limpieza, ni compañeros, ni siquiera suciedad: nada.
Volviendo a la sala de recuperación se respira calma mientras todos buscan, casi con la salida del Sol, un lugar donde cerrar los ojos por un rato tras una noche larga.

El sueño te juega unas malas pasadas...

domingo, 2 de octubre de 2011

Cuentos, niños y deseos


Había una vez un niño que vivía buena parte del tiempo en una casa especial, un sitio donde siempre había alguien despierto, donde cada día conocía a alguien diferente. Una casa donde a veces iban los profesores a darle clase, donde la comida no le gustaba, donde él siempre estaba y el resto iba y venía.
Esa casa no era la suya, pero pasaba temporadas tan largas allí que había acabado haciendo propia la habitación y la había llenado de juguetes, cuentos y películas de dibujos animados. Había acabado por aprenderse el nombre de todos los que por allí pasaban, y todos lo conocían a él.
En ese lugar había perdido algo de peso, y el color de su piel se había aclarado; su pelo iba y venía como por arte de magia. Toda su preocupación allí era ser un niño normal y vivir, sobre todo vivir. En esa casa pidió un deseo cuando sopló las velas de su cumpleaños...
Con esa sonrisa que mostró hace tiempo a su entrada se ha marchado a su verdadero hogar para, con suerte, no volver más. Hoy le han devuelto todas sus sonrisas diarias con lágrimas de alegría; han intercambiado todos los paseos con un gotero al lado por un regalo bajo el brazo. Hoy la despedida tierna de sus padres se ha convertido en un abrazo de ánimo que sabe a victoria.
Espero no verte más por aquí y, si vienes, que sea a saludar. Deseo cumplido.