El encuentro

En mi época escolar fui uno de esos niños pequeños e introvertido, de esos a los que era fácil quitarle el bocadillo en el patio del colegio. Era el típico crío que llegaba de vez en cuando a casa con alguna que otra magulladura. Era como ese que todos tenéis en mente y que existían en cada clase, en cada colegio y en cada barrio. No era ni más alto ni más bajo, ni más feo ni menos feo, simplemente era al que le tocó la china.

El tiempo por fortuna ha ido borrando buena parte de esos recuerdos e incluso algunos han sido motivo de risas en las reuniones con los antiguos compañeros de clase. Y es que los niños somos muy crueles.

Hoy, sin embargo, esos recuerdos han vuelto, y han hecho justicia al refrán "donde las dan, las toman". Esta tarde me he encontrado con... bueno, llamémosle el Killer. Killer era aquel que se encargaba de que yo no almorzara, de que los deberes se mancharan misteriosamente, de que me salieran moratones por el cuerpo y de que mi existencia durante los años de colegio fueran menos amenos de lo deseado.

Killer hoy era mi paciente. Los años y la mala vida lo han dejado peor de lo que habría imaginado y hoy ha sido necesario pasarlo a darle una "puesta a punto" en el quirófano.

Creo que me ha reconocido en cuanto me ha visto. Yo también lo he hecho. Pero no hemos hablado de ello, no hemos expresado nuestros recuerdos, aunque presiento que ambos los hemos hecho aflorar en la mente.

Hoy no hacía falta recordarlo; el tiempo y el azar nos ha dejado en este punto en el que, por un rato, él era esa persona débil, bajita y con gafas que antes fue otro.

Al final todo ha salido bien. Killer volverá a casa mañana, y yo me quedaré con un nuevo recuerdo, el de su despedida: "Gracias por todo"

Casualidades, supongo...