lunes, 18 de noviembre de 2013

5 horas seguidas

A Pedro le pesaban los párpados. No hizo falta más que 100 mg de propofol (para una persona de casi 100 Kgs) para inducirle una hipnosis rápida.  El fentanilo hizo el resto.

5 horas -me decía a mi mismo- 5 horas seguidas, aguantando. Podría haber acabado cuando él quisiera, podría haber puesto fin a su sufrimiento mucho tiempo antes, haberse dado la vuelta y volver a su casa con su pareja y niña. Habría sido tan sencillo como relajar la musculatura flexora de su musculoso brazo, y soltar la carga que pendía de él.

Quizás eso habría sido lo más simple. Y posiblemente tampoco le habrían recriminado por ello: "Tranquilo hombre, era imposible aguantar más" o "No le des vueltas", seguramente habrían sido algunas de las frases que habría oído para reconfortar su conciencia. Y en cierto modo todos habrían tenido razón.

Pero Pedro no pensó lo mismo desde el momento en que vio a su compañero resbalar a su lado por el desfiladero donde caminaba. Sus reflejos hicieron parte del trabajo, y su fuerza y paciencia el resto. Pedro aguanto 5 horas seguidas agarrando del brazo a ese hombre, con fuerza, firmeza y sin pensar en las consecuencias. Incluso cuando su hombro se dislocó siguió aferrándolo a la vida. No hubo palabras, dice, solamente miradas. No creo que merezca la pena preguntarle lo que se le pasó por la cabeza, porque realmente lo que hizo lo define en todo su ser.

"A ver si te has pasado de anestesia" Me espeta el traumatólogo tras recolocar su hombro y comprobar que la educción era lenta.
"No está anestesiado ya, simplemente está descansando" le contesto mientras colocamos el vendaje.

Señor íntegro, vida salvada. Aprendamos de ello.